jueves, 24 de septiembre de 2009

Amores platónicos

¿Quién no se ha enamorado de otro hombre sin que él ni siquiera se haya enterado?

¿Cuántas veces nos ha sucedido?

¿Cuánto sufrimos?

Vivíamos un hermoso sueño, con o sin esperanzas de hacerlo realidad.

Comparte con los demás esas anécdotas tuyas sobre tus amores platónicos, añadiéndolas aquí en tus comentarios.

Lee lo que otros nos cuentan. No dudo que hallemos narraciones muy interesantes y emotivas, que nos hagan suspirar más de una vez.

No olvides anotar tu email, para preguntarte otros detalles que quizás olvidaste contarnos.
Todos los meses se seleccionarán por votación las mejores anécdotas.
Igualmente te invitamos a acceder a otros links sobre sexo que aparecen en este sitio:

3 comentarios:

  1. (Primera parte) A mí me ha sucedido varias veces. Se las iré contando poco a poco. En la escuela había un muchacho bellísimo, medio rubio, futbolista, musculoso, con una sonrisa encantadora, muy bien dotado, como para comérselo a besos, chuparlo de la cabeza a los pies...¡Ay! Todavía me arranca un montón de suspiros cuando lo recuerdo. Me fijé en él por primera vez en las duchas. Estaba como vino a este mundo, completamente desnudo, jugueteando alegremente con otros dos, pero su risa contagiosa acaparó mi atención y al ver aquel Dios griego, con esa cosota colgando y moviéndose en todas direcciones mientras correteaba y jugaba con los otros efebos, me sentí en el Olimpo yo también. Así me fui acostumbrando a contemplarlo con disimulo, cada día a la misma hora, pues velaba el instante en que se envolvía en una tohalla para irse a duchar. Sin perder tiempo, raudo y veloz seguía sus pasos, como imán que no puede evitar ser atraído tan fuertemente. Me propuse ser muy amigo suyo (más que los otros jovenzuelos) y ¡lo logré! Nos pasábamos todo el día juntos: desayunábamos, almorzábamos y cenábamos en la misma mesa; aprovechábamos toda ocasión para vernos solitos, platicar sin fin de cualquier tema; se acrecentaba nuestra admiración recíproca; el afecto llegó a ser tal que mi corazón parecía desear escapar de mi pecho y volar hacia el suyo. Muchas veces nos sentábamos juntos y nuestras piernas y muslos se rozaban. La exitación no la podíamos contener. Los bultos entre nuestras piernas delataban nuestro ardor juvenil, la pasión de los adolescentes. Y por las noches, en calzoncillos ambos, no cabía duda de la permanente erección que la proximidad nos provocaba. Llegó un momento en que si íbamos a orinar juntos, yo no podía, pues mi pene de inmediato se volaba como cafetera y la micción se bloqueaba. También temía que él se enojara o que otros se percataran y surgieran comentarios maliciosos, pues ninguno de los dos nos considerábamos homo, sino pretendíamos ser bien héteros (con novias y todo, pues éramos muy atractivos) pese a ser tan obvio que algo “raro” nos sucedía a cada uno en presencia del otro. (Continúa) acapulco7850@hotmail.com

    ResponderEliminar
  2. (Segunda parte. Continuación de la primera publicada aquí como comentario)
    Ya no nos podíamos bañar juntos. Desde aquella vez en que las 8 duchas estaban repletas, mientras unos se mojaban, otros se enjabonaban, todos apurados para irnos a las clases y yo comenzando a enjuagarme cuando de pronto llegó él y fue como bala a mojarse en al misma ducha que yo, pero mi pene fue más veloz y de repente se irguió todo lo largote y potente que era. Fue tanto mi susto y temor de que todos los otros se percataran de lo sucedido, que salí corriendo a terminar de quitarme los restos de jabón en los lavamanos. A partir de ese día, por más que él trató de que nos bañáramos juntos, yo lo evité siempre, pues no dudaba en lo más mínimo que no me podría contener y me aterraba la posibilidad de perder su amistad, a la par de que pudiésemos ser víctimas de la homofobia por entonces reinante. Así transcurrieron 4 de mis mejores años de vida. Su omnipresencia me inundaba de felicidad y, al graduarnos e ir cada cual a estudiar su carrera en ciudades distintas, creí que el mundo se me venía encima...¡Cuán difícil se me hizo aprender a vivir sin él! Sin su hermosa sonrisa, sin sus tiernas palabras. Me refugié en los recuerdos y la imaginación, los dos lugares donde ha permanecido siempre. Pasaron muchos años y nos volvimos a ver. Viajé hasta la pequeña ciudad donde él vivía. (Antes había sabido que estuvo muy deprimido al terminar su noviazgo con una bella chica, al punto de no poder terminar su carrera en Rusia. Ella misma me lo contó). En cuanto abrió la puerta y se percató de que era yo, me dio el abrazo más largamente afectuoso que he recibido en mi vida y le correspondí. (Todavía lo evoco en mis románticas noches con Manuela y Soledad, acudiendo a una almohada sustituta, pero mentalmente lo abrazo a él...) En esa corta visita revivimos los tiempos estudiantiles. Hasta al sentir ambos deseos de orinar en el patio y sacar nuestros penes, las erecciones nuevamente fueron rápidas e inevitables y el recurrente temor de perder su amistad y la posibilidad de seguirle viendo, me hizo guardar rápido, no sin gran dificultad, mi erecto pene, aún con media vejiga llena. No lo he vuelto a ver. Ganas no me han faltado. Convencido estoy de que si nos reencontramos, será otra vez un derroche de pasión y, si las circunstancias lo facilitan, dejará de ser un platónico amor, para vivir en la realidad, el encanto y la suma belleza de tan poderoso sentimiento. acapulco7850@hotmail.com

    ResponderEliminar
  3. Gracias "Acapulco". Tu anécdota debe ser una muy fuerte candidata a figurar entre las preferidas de los lectores de "Sexo entre hombres". Amigo, sigue colaborando, pues escribes como un maestro de la elegante pluma, con ese ángel que nos hace diferentes y nos lleva siempre a sobresalir donde quiera que estemos. Un abrazo,

    ResponderEliminar

Entradas populares

Datos personales

Mi foto
Cubano, atractivo, bien dotato, alto, blanco, rubio, ojos azules, labios gruesos y sensuales, atlético, musculoso, metrosexual, alegre, buena cama, caliente, fogoso, apasionado, amoroso, cariñoso, tierno, activo, varonil, sexy, fiel...